domingo, 26 de mayo de 2013

Leyenda del Cristo de las Injurias o El Señor de la Tarima, Jaén




Esta leyenda la hemos recogido de la revista "Don Lope de Sosa" en un articulo firmado por D. Alfredo Cazabán. La cual transcribimos pues es un disfrute que queremos compartir con vosotros, la rica narrativa del mismo.


"Cuentase que en aquellos siglos primeros que siguieron a la conquista de la cuidad, -en una año que no se cita y en un periodo histórico que se ignora, - había en la calle Maestra baja, frente a la hoy calle de Bernardo López, un viejo torreón y bajo él, una casucha habitada por mala gente; sin oder decir si esta mala gente eran moriscos o judíos, de los muchos que en Jaén vivieron en paz y con tolerancia de los cristianos.
Vendían en aquella casa comestibles y había a la entrada del portal una ámplia tarima de madera, sobre la que todos pisaban al entrar allí; mas ocurrió que a un vecino de la calle escapósele una gallina, la cual, huyendo, fue a guarecerse bajo la tarima aquella. Pidió su dueño que fuera de allí sacada, y se negó a sacarla el que en la casa vivía  mas indignado el primero levantó la tarima y encontró, en la parte de ella que contra el suelo daba, la pintura del Crucificado que hoy en la Merced se venera.
A voces que dio el que tuvo tan feliz hallazgo, acudieron muchos vecino y el Prior del San Lorenzo, que llevó la tabla a su parroquia, reconociendo, entonces , huellas de haber estado también pitada la tabla por la parte que era pisada al entrar en la tienda. Recortaron la dicha tabla lo que correspondía a la Cruz y no falta quien asegura (y esto es cosas bien discutible, dentro de la propia tradición que relatamos) que aquel suceso viene la costumbre en Jaén de colocar en muros de casa y en esquinas de calles, cruces de madera con la imagen del Señor en ellas pintadas.
Llamáronle muchos años El Señor de la Tarima, y fue grande la devoción que el pueblo le tuvo, más cuando desapareció la iglesia de San Lorenzo llevarónlo a la Merced, donde que aquella iglesia estuvo casi olvidada, después de la desaparición de los conventos, apenas se la dio culto, mas cuando allí llevaron a Nuestro Padre Jesús, el Crucifijo fue bien colocado y dispuesto y se celebraban fiestas religiosas en que el orador sagrado refería la tradición piadosa del encuentro de la tarima con la pintura del Señor, en aquella casa de mala gente de la calle Maestra baja.
El Señor de la Tarima tuvo en los pasados siglos la predilección del pueblo, y cuentan que hubo devotos que legaron memorias para el aceite de sus lámparas y fincas gravadas con censos para acrecentar su culto; actos de piedad que Dios pagaba con largueza, obrando continuamente milagros que servía para aumentar la devoción."

Este Cristo desapareció  durante la guerra civil de 1936.

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