Cruz del Castillo de Santa Catalina, Jaén |
Cuenta la tradición que cuando Fernando III el Santo en 1246, conquisto la ciudad, el capitán que comandaba las tropas cristianas que rindió el castillo, desenvainó su espada y la clavo en el suelo como signo de posesión, sirviendo la espada en esos momentos de pequeña cruz.
Cuando el Rey Santo se enteró de lo que había hecho su capitán, ordeno levantar en aquel mismo lugar una Cruz grande de madera que sustituyera la espada clavada en la tierra.
Unas de las primeras cosas que el hizo el Rey, fue fundar un convento de Franciscanas Clarisas, dándole el encargo de que cuidaran de la Cruz, ya que era su voluntad de que la misma no faltara jamas de aquel lugar.
Debido a los fuertes vientos que azotan a Jaén, la cruz fue destruida en varias ocasiones, pese a la variedad de materiales con los que se reponía (hiero, piedra). Con el tiempo las monjitas abandonaron la encomienda del Rey.
Mas tarde la familia de don Juan José Balguería, se ofreció para costear una nueva cruz, lo que fue aceptado por el Prelado de la Diócesis, así como adoptar el compromiso que hasta entonces tenían las monjas. Tras nuevas caídas de la cruz por causa del viento, en 1951 se hizo la Cruz actual. al pie de la misma existe una inscripción que dice "Esta Cruz, siguiendo piadosa tradición, ha sido costeada y donada al pueblo de Jaén, por los hermanos de doña Dolores y don Eduardo Balguerías Quesada. Jaén, Octubre de 1951"
A los pies de la Cruz, existe desde 1916, tallado en la piedra, el Soneto a la Cruz, del poeta Antonio Almendros Aguilar.
Soneto a la Cruz
Soneto a la Cruz
Muere Jesús del Gólgota en la cumbre
con amor perdonado el que le hería;
siente deshecho el corazón María
del dolor de la inmensa pesadumbre.
Se aleja con pavor la muchedumbre
cumplida ya la santa profecía;
tiembla la tierra; el luminar del día
cegando a tanto horror, pierde su lumbre.
Se abren las tumbas, se desgarra el velo
y a impulsos de amor, grande y fecundo,
parece estar la cruz, signo de duelo,
cerrando, augusta, con el pie el profundo,
con la excelsa cabeza abriendo el cielo
y con los brazos abarcando al mundo.
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